El sueño del que no queremos despertar
Diego Du Pont (@diegumdupont)
Escribir las siguientes palabras de este artículo de opinión no son fáciles de emitir debido al sentimiento cargado (y guardado por más de 35 años) que salió a flor de piel la noche de aquel miércoles, 15 de noviembre del 2017. La selección peruana logró vencer con goles de Jefferson Farfán y Christian Ramos a una selección neozelandesa que complicó por ratos a una escuadra que quería gritar con la clasificación. Tras este resultado, el Perú se convierte en el boleto 32 a un mundial, al que soñamos desde aquella eliminación en 1986 por quien ahora fue uno de los factores principales de la clasificación peruana.
Escribir las siguientes palabras de este artículo de opinión no son fáciles de emitir debido al sentimiento cargado (y guardado por más de 35 años) que salió a flor de piel la noche de aquel miércoles, 15 de noviembre del 2017. La selección peruana logró vencer con goles de Jefferson Farfán y Christian Ramos a una selección neozelandesa que complicó por ratos a una escuadra que quería gritar con la clasificación. Tras este resultado, el Perú se convierte en el boleto 32 a un mundial, al que soñamos desde aquella eliminación en 1986 por quien ahora fue uno de los factores principales de la clasificación peruana.
Nadie va a negarnos que esta campaña fue
dura, que perdimos en Colombia aquella primera fecha por el 2015 en un partido
que no supimos cerrar un conveniente empate sobre los minutos finales. Sí, nos
dolió cuando Chile vino a nuestra casa a creerse en la suya; pero nunca nos
rendimos. Revivimos la siguiente fecha al ganarle a Paraguay por la mínima y
aquel milagroso (sin negarlo) 0-3 dado por una mala inscripción de aquel
partido ante Bolivia. Sin embargo, el "momento final" del maleficio
que nos dejó por 35 años fuera de un mundial fue aquel partido en Asunción.
Aquel 4-1 fue el partido que todos recordamos porque logramos encajar 4-0 en un
segundo tiempo y romper (por primera vez aquella campaña) con la racha de nunca
haber ganado en Paraguay. Pero en realidad, lo que debemos (y debimos) resaltar
fue que el equipo se encontró por primera vez como un equipo sólido, y que
hasta ahora se ha mantenido.
Sí estamos hablando de aquel equipo
sólido que se formó, debemos hablar de la cabeza del equipo, ahora mundialista
: Ricardo Gareca. Sí, ese mismo que nos había dejado hacía 35 años fuera de un
mundial fue el partícipe principal de devolvernos a un equipo que logró creerse
el sueño. Claro está que si uno ve las convocatorias desde que asumió el cargo,
fue variando hasta un punto en el que se no se movió más y eso nada más es el
signo de haber hecho las cosas bien: Encontrar un equipo único, liderado por 23
Guerreros y demostrar que nadie es indispensable en el grupo. No, no intento
mentir, ya que si bien, en esta fecha doble se sintió la ausencia de Paolo, el
equipo logró mostrar que no depende de nadie. Y con eso le decimos adiós a los
mesianismos que solo le han hecho daño a un país que merece ser unido tanto
dentro y fuera de la cancha.
Gracias Gareca por este sueño logrado, y
el de vos también. Sabemos que el fútbol te tenía una deuda desde el mismo año
en el que nosotros nos quedamos fuera; porque por las ironías de la vida, tú
también. Gracias por devolvernos a ese equipo que no trabaja en
individualidades, sino en una colectividad la cual se ha formado en los dos
años de tu gestión en el equipo. Sí, habían varios que pedían tu cabeza luego
del 4-3 en el Nacional por perder ante Chile, pero, ¿Quiénes son ellos? ¿Los
mismos que ahora te loan?
También debemos agradecer por este pase
al mundial logrado a los chicos, esos 23 Guerreros (Y más si contamos los
convocados durante esta campaña) que con todas las adversidades que ocurrieron
en el camino estuvieron adelante. Esos que defendieron los recuerdos del
"verano del 69" en la Bombonera con todo el estadio en contra, esos
que lograron romper con la mala racha tanto en Asunción como en la altura de
Quito, en un partido en el que logramos bordear por primera vez en años un cupo
mundialista; pero sobre todo, allí apareció aquel "mensaje
subliminal" 2018 con la celebración de Flores y Carrillo. Sí, estos chicos
celebraron como si no hubiera un mañana la clasificación, y está bien. Ellos
lograron incluso levantar al hincha más desganado del país. Este hincha volvió
a llorar (y no de tristeza); volvió a creer en la selección a tal punto de
salir con su camiseta hasta el lugar menos soñado (y políticamente incorrecta),
volvió a juntar personas frente a un televisor. Lograron también eliminar las
diferencias y problemas (al menos por un momento); pero sobre todo, lograron
levantar a un estadio que tembló (literal) con los goles de un equipo que
volvió a soñar, y volver a decir luego de 35 años, como la canción de Sardou:
"Je vole (sur) l'atlantique" para ir a jugar a Rusia, a ese torneo
del cual nunca nos debimos ir. Pero sobre todo, todos los peruanos estamos
desde aquel miércoles 15 de noviembre en un sueño, un sueño del que no queremos
despertar.
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